25 noviembre 2007

Sweet dreams

CXXII

Escribo versos de mierda sobre el frío cristal
Y tú observas quieta y muda cómo nacen
Palabras que viven entre sueño y humo,
Que quieren morir susurradas en tus labios.
Pero quién eres tú, inmóvil y hermosa en sueños,
Sino una imagen callada que se refleja en el espejo,
Mil palabras mudas y a veces una voz al otro lado;
Mi eterna y dulce quimera de miradas y sonrisas.





El dibujo es cosa de http://www.luisnct.com/.

30 octubre 2007

Desde la ventana 02

"La piel de mis brazos se eriza en cuanto me apoyo sobre el mármol del alféizar, evidenciando la diferencia entre estar leyendo en el sofá, tapado con una manta de Ikea, y fumar un cigarrillo a la una y veinte de la madrugada. Me gusta esa sensación, de todas formas.
Los coches forman una fila curva junto a las aceras, sobre el asfalto mojado por los servicios de limpieza municipales (buena forma de gastar agua, se me ocurre), con la luz anaranjada de las farolas rebotando sobre la carrocería metalizada. Esa misma luz le otorga cierto tono irreal al familiar paisaje que se ve desde la ventana. Siempre me ha llamado la atención, lo diferente que puede ser un mismo lugar en función de si es de día o de noche. Desde que oscurece, y más aún cuando no hay nadie en la calle, todo parece distinto, ajeno y subversivo, como sacado de una mala película de serie negra.
Cuando la canción que escucho en el iPod termina me doy cuenta de que hay un relativo silencio en la calle, exceptuando el ronroneo de un aparato de aire acondicionado, o algo así, que no sé de dónde proviene (creo que es algo que nunca averiguaré). En el edificio de en frente hay sólo un par de luces encendidas que se distinguen detrás de las persianas o las cortinas. El cristal de otra ventana refleja lo que pasa en la farmacia que hay al lado de mi portal; una mujer (quizá una chica, no podría decir qué edad tiene) baja y delgada se mueve de un lado para otro con la bata blanca puesta. Creo que es morena y lleva gafas.
El eco de unos tacones al final de la calle me obliga a centrar la atención en una pareja que camina rápido cuesta arriba. Él, alto y ancho de hombros, con el pelo encanecido y un abrigo largo de color oscuro; ella sólo un poco más baja, de melena rubio teñido poco más debajo de los hombros y enfundada en una gabardina blanca. Agudizo el oído, tratando de escuchar lo que están diciendo. Pese a que no se han parado gesticulan mucho, se señalan y ella cruza los brazos. Capto muy pocas palabras (“tú, ayer, por qué, importa, tonterías”…), pero conforme llegan a estar justo en frente de mí empiezo a hilar una pequeña historia, según interpreto la forma en que hablan, se miran y caminan: Él se ha enfadado porque no quería haber ido a aquella cena con los amigos de ella, ella le recrimina su falta de atención y las fiestas con sus amigos del trabajo. Me doy cuenta de que ya casi se están escapando de mi vista, el pequeño teatro que se había improvisado en mi imaginación se deshace y me centro en no hacer ruido al cerrar la ventana. Se me ocurre lo difícil que es analizar o entender algo que no se ha vivido en primera persona mientras camino a oscuras por el pasillo, el hecho de poder comprender una situación pese a que nunca haya vivido algo parecido. Sin quererlo, concibo mucho de lo que percibo a través de asociaciones inexplicables de información de todo tipo, sin contar en absoluto con ninguna experiencia concreta, simplemente uniendo trozos de cosas que he visto, leído o escuchado. Me vuelvo a tumbar en el sofá y todo esto se ha convertido en un pensamiento inútil, en una paranoia sin sentido ni importancia."

26 octubre 2007

Versos de usar y tirar

CXVIII

Qué absurdo encontrarte en cada simple palabra
Como un fantasma que yerra en pensamientos;
Qué difícil tener siempre tu voz y tu sonrisa
En la imaginación, y soñar que despierto
A tu lado mudo y sordo para poder sólo
Mirarte y sentir que me acarician tus labios.
Encuentro sueños preciosos hablando
Con tu sombra, sonrío estúpido y construyo
Un largo abrazo bajo la lluvia que cae
En una ciudad donde sólo existen tú y yo;
Entonces despierto y ya no estás ahí, Permanece
Sólo tu rostro de tinta y papel, de versos y palabras.


CXX

Llueve frío contra el suelo gris, persisten
En mi mente tus palabras, una y otra vez,
Mientras escupo humo y versos grises
Sobre una fotografía en blanco y negro,
Sobre esa mirada tuya tan ajena y gris,
Sobre tus suaves labios entreabiertos;
De ellos escapan palabras que se
Escriben en un silencio de verso y sueño,
De ti, de todo y de nada.




Y tal. La imagen, cosa de Adeaina, buscadla en deviantart.com.

14 octubre 2007

Retazos 07

Éste texto está relacionado con el Retazo 04, echadle un ojo si queréis entenderlo un poco.

"- Pilla- dijo David, ofreciéndole una jarra llena de cerveza. Víctor colgó la cazadora y bebió un trago, brindó con su amigo y volvió a beber. Se sentaron en los taburetes, con una diminuta mesa entre ambos y la espalda apoyada en la pared de piedra. No había mucha gente en el pequeño bar del casco antiguo, no más de diez o quince personas. La luz suave procedía de unas lámparas en el techo, en forma de caldero llameante. Era casi anaranjada, sutil y muy acorde con la música que sonaba en aquel momento, una pieza instrumental con apenas una guitarra y algo de percusión. Las paredes estaban pintadas a semejanza de una mazmorra, con rejas y piedras sobre la madera de contrachapado. En el techo había infinidad de hueveras a modo de aislante acústico, pero nadie se creía que funcionasen realmente.
- Mira, mira, mírale la cara a Borja- dijo David entre carcajadas, señalando con la cabeza a otro de sus amigos, que se inclinaba sobre el futbolín y tenía la mirada fijada en la bola negra llena de muescas.
- Ya verás, si va a acabar pasando por debajo- Víctor sonrió, bebió otro trago y siguió fumando. La conversación con David continuó por los mismos derroteros de casi siempre: trabajo, clases, música, colegas, tías… A Víctor no le gustaba pensar en ello como una rutina; no es que siempre hablasen de lo mismo, pero percibía una pauta. Tampoco le importaba, le resultaba agradable poder apagar la luz en su cerebro y hablar sin pensar demasiado.
Siguieron bebiendo, hablando y fumando hasta que encontraron el color del fondo de la jarra.
- ¿Otra?- sonrió Víctor.
- Es una pregunta retórica, ¿no?- replicó David mientras se ajustaba las gafas a la nariz. A Víctor se le vino a la cabeza la cantidad de veces que le había visto aquel gesto. La barra estaba casi vacía, exceptuando a los borrachos de siempre. Víctor saludó a un par de ellos, con los que había congeniado a lo largo de los meses. Pidió más cerveza y se paró, preguntó el resultado y se dirigió hacia David. Cuando estaba a un paso de sentarse levantó la cabeza para ver quién entraba por la puerta.
Hacía casi cuatro meses que no sabía nada de ella, pero su felina silueta de metro setenta seguía siendo inconfundible.
- Pasa la birra y siéntate, anda- gruñó David dándole una palmada en la espalda. Víctor se sentó sin apartar la mirada. Andrea acababa de entrar de la mano de un tío que no él no conocía en SU bar. Estaba totalmente en blanco, y aquella sensación le incomodaba como pocas.
- ¿Qué coño hace ella aquí?- preguntó David sin molestarse en bajar la voz. Por suerte ella estaba demasiado lejos y la música se había vuelto algo más rockera (“God save the queen”, pensó Víctor).
- Y yo qué sé. No sabía nada de ella desde que se piró de mi casa- murmuró Víctor, aun incapaz de apartar la mirada; Andrea se estaba quitando la bufanda. Intentó calcular cuántas veces había recorrido aquel cuello de piel clara, cuántas veces lo había besado.
- Por mí que le jodan, cosa que no dudo. ¿Te has fijado qué pintas de machote lleva ese?- a David se le escapó la risa. Víctor desvió la mirada hacia el que iba con ella, un tipo alto de media melena que tenía la camiseta de marca a punto de reventar sobre los músculos del cuello y los brazos-. ¿Ella sabía que te pasas siempre por aquí?
- No. Creo que ni siquiera le había hablado de este sitio.
- Bueno, es una putada de coincidencia, pero nah, pasa de todo. ¿Echamos un futbolín?- señaló a sus amigos, que acababan de terminar una partida.
- Qué va. Líate otro, venga- gruñó Víctor.
La había llamado tantas veces que no recordaba la cantidad exacta. En aquel momento, observándola, se preguntó si debía haber ido a su casa o a su trabajo en busca de algo que explicase aquel silencio repentino. Nunca se le había dado bien interpretar las indirectas.
El tipo se levantó y se acercó con pasos largos y una sonrisa de autoconfianza absoluta hasta la barra. Víctor lo siguió con la mirada, controlando la necesidad de levantarse y pegarle un puñetazo.
- No te rayes, joder- David le apretó el hombro.
- No me rayo. Me sorprende que esté con un tío así, pero me da igual- soltó Víctor sin pensar. Era fácil imaginarse a aquel tipo como un cabrón narcisista, obsesivo y violento, alejarlo de ella y fingir que no había pasado noches enteras esperando a que Andrea diese alguna señal de vida.
- Venga, pero si estabas que no cagabas. No sé tú, pero yo me acercaría a preguntarle cómo está- dijo David con voz suave. Cuando forzaba así la voz era difícil no hacer caso en sus consejos. Víctor no contestó.
Los pensamientos se atropellaban en su cabeza, un simple “Hola, ¿qué tal?” se convertía en un millón de posibilidades, desde una de sus preciosas sonrisas a una mirada fría y desagradable. Había tardado algo de tiempo en comprenderlo, pero al final se había dado cuenta de que Andrea le había dejado porque, para ella, él sólo suponía algo de sexo, café, tabaco, libros, cine y música. Le hubiera gustado escuchar por teléfono el típico “no estaba preparada, estoy en un momento de mi vida que…”, aunque sólo fuese para quedarse tranquilo. Y ahora la tenía a escasos diez metros, encendiendo un cigarrillo después de humedecerlo el filtro con los labios.
Mientras ella exhalaba el humo y miraba hacia la barra sus ojos se encontraron con los de Víctor. Él sabía lo imperturbable que Andrea podía llegar a ser, pero casi disfrutó con el gesto de sorpresa que le estremeció el rostro. Mantuvo, aun así, la mirada, hasta que al cabo de un segundo el tipo se sentó otra vez junto a ella, con una cerveza en cada mano. Víctor siguió observando; Andrea le miraba de reojo de vez en cuando, y la conocía lo bastante bien como para saber que aquella forma de gesticular y de fumar un cigarrillo tras otro sólo indicaba lo nerviosa que estaba.
- Caga pa’ ella…- canturreó David mientras mediaba la jarra de un trago-. No sé, yo no le haría ni caso. Te dejó tirado y ahora ni te saluda. No creo que le importes mucho a una persona que te trata así- simplificó David. Víctor pensaba en cómo explicarle lo que habían significado todas aquellas noches con Andrea, pero no encontraba una sola palabra para hacerlo.
- A quién coño le importa, ¿eh?- gruñó de nuevo. David cambió de tema con rapidez, las jarras se vaciaron un par de veces más y el cenicero acabó a rebosar de colillas. Los minutos fueron saltando de canción en canción, pero a Víctor no le abandonaba aquella desagradable sensación en el pecho, semejante a una punzada en el corazón.

Víctor se cerró la bragueta y se puso la cazadora, se despidió con la mano de la camarera y le tendió el mechero a David mientras salían por la puerta. Se fijó en que Andrea ya no estaba allí, en la mesa junto a la salida. Durante un momento lamentó no haberse acercado a saludarla. Pero en el fondo ya casi le daba igual.
- Qué frío, joder- protestó David en cuanto atravesó la puerta. Las madrugadas lluviosas de noviembre no le gustaban mucho.
- Quejica…- sonrió Víctor-. Te llamo mañana y miramos lo del cine, ¿eh? Y devuélveme el mechero, joder- su sonrisa se hizo más amplia.
- Venga, ya te veo- David metió las manos en los bolsillos y descendió por la calle con soportales y adoquines azul oscuro.
- Víctor…- susurró una voz. Él se pasó la mano por el pelo y suspiró, se dio la vuelta lentamente. Clavó la mirada en los ojos verdes de Andrea-. Hola- Víctor se preguntó por qué una sola palabra lo había dejado mudo-. ¿Qué es de tu vida?- ella trató de sonreír y sacudirse la tensión.
Víctor recordó la letra de una canción, “¿Qué es de tu vida?, me alegro de verte, solo como nunca, solo como siempre”."

21 septiembre 2007

La dama de la blanca luna

Cosa vieja, pero que no hace mucho que un caballero castellano (visitar su blog, La cultura como nunca habías...oído, no hace daño, antes al contrario) lo leyó en su programa de radio (descarguen en: http://www.sendspace.com/file/le29dl) y a servidor le hizo bastante ilusión. A la foto, cortesía de la bella Paranoic Asphyxia, sólo hay que añadirle algo de pelo.


"La vi por primera vez hace unos meses. No sé cuántos, pero la vi. La vi, radiante, pálida, como un ángel etéreo que apenas rozaba el asfalto al caminar. Aún estaba sentado sobre la acera, intentando incorporarme. La explosión del depósito de gasolina me había lanzado contra la ventana de un café. Creo que tenía algunas astillas de vidrio clavadas en la espalda, a través de la americana y la camisa.
Los médicos dicen que estaba conmocionado, que fue una alucinación debida a un traumatismo craneal leve. Pero la vi."

03 agosto 2007

Noche en la playa

CXV (Ainhoa)

"Ya ni sé por qué te escribo tantos versos de mierda
Si sólo es por buscarle palabras a este sinsentido,
A creer cada noche que quizá despierte a tu lado,
Enredado a ti, y te vea abrir los ojos con una sonrisa.
Eres como un tenue sabor en la punta de los labios,
La promesa de un beso, de un abrazo y una conversación
Que no termine mientras dure un lento paseo bajo la lluvia;
Pareces tan perfecta, tan lejana y aun así tan mía
Que me asusta pensar en sostenerte una sola mirada
Y aun así imagino cada noche tu rostro, tus ojos,
El tacto de tu piel y de tus labios; imagino mis manos
Aferrando tu cintura, dispuestas a no soltarte nunca,
Y me vuelvo loco, dejando correr la luna sobre mi cabeza,
La tinta sobre el papel y la ceniza sobre la arena."


Pues eso, el producto de una noche pasada en la playa de la foto.




12 junio 2007

Habitación 102

"El olor de los cubos de basura le golpeó al detener el coche y abrir la puerta. Se forzó a respirar por la boca durante unos segundos, mientras sacaba la bolsa deportiva que llevaba en el maletero. Se la colgó al hombro, sobre la gabardina pasada de moda, e inició el ascenso por unos escalones de piedra que conducían al caserón. “Motel Dickinson”, rezaba la pintura desconchada del cartel junto a los setos. Dos lámparas rústicas arrojaban luz sobre el porche, donde una mecedora se movía al compás de la brisa nocturna. Oprimió el timbre durante un segundo, en cuanto la puerta se abrió con un tenue crujido, se arrepintió de no haber seguido conduciendo.
- ¿Sí?- dijo una mujer al otro lado, sesentona y rechoncha. "

Inicio de un relato que voy a presentar al 11º Taller Literario de la Semana Negra de Gijón. Vuelvo a dejarlo, por su extensión, en MegaUpload; ya sabéis, introducís el código, esperáis a que termine el tiempo y le dais a Free Download.
Y criticáis, claro.

http://www.megaupload.com/es/?d=T7BU171E

08 mayo 2007

Sueños y agujas

CIII (Ainhoa)

"Mis dedos se enredan en sueños entre las nubes de tu pelo,
Me pierdo en su fragancia onírica, me embriago de
Tu piel y me pierdo en tus labios de humo y palabras.
Me asusto al pensar en ti, pero sonrío al soñarte, y
Se me desboca la imaginación, y me encanta (me encantas).
Te encuentro en cada acorde, en cada verso y en todas
Las miradas que imagino a oscuras, con una sonrisa
Siempre y sólo para mí, y espero el día en que esa sonrisa,
Y esos labios, sean míos."



CVI (Ruth)

"Hace tanto tiempo que no me acuerdo de hacerte sonreír
Que casi se me olvida cómo es imaginar tu sonrisa,
Encerrada en esos ojos grises, oscuros pozos de lágrimas
De pena viva, besados por tus labios de agujas crueles.
Y con tu sonrisa viene una habitación en silencio,
Abierta a un amanecer plomizo y frío, donde sólo
Existe tu mano, tu rostro, tus labios; donde el reloj
Se pierde en anillos de humo gris como tus ojos."


Bla, bla, bla. Sigo sin saber cómo se riman las palabras. La foto es "RainMan", del señor sem404 (buscadle en Deviantart, es muy bueno).

16 abril 2007

Victoria

"La había visto por primera vez cuando tenía doce años, e incluso entonces supo que se había enamorado. Casi dos metros y medio de mármol de dos mil doscientos años de antigüedad se alzaban orgullosos frente a su escasa altura en forma de imponente mujer alada, con el húmedo chitón y el manto que ceñía su figura esbelta iluminados por los focos blanquecinos del Louvre.
En aquel momento, ya lejano, casi pudo imaginar un rostro sobre la cicatriz cincelada a golpes en su cuello, de hermosa y pétrea severidad, clavándole una mirada delicada y amorosa.

Julien se sentó en la silla curul de madera apolillada, dejando caer pesadamente su cuerpo. Enterró el rostro entre las manos, cubiertas de polvo blanquecino, agrietadas y duras como el cuero. Las venas corrían gruesas como gusanos verdes bajo la piel del dorso, las uñas estaban sucias y rotas.
Observó el extremo del cincel clavado en el banco de trabajo de madera, desastrado. El mango de la herramienta aún rodaba por el suelo cubierto de periódicos viejos y amarillentos. Julien le dio una patada y se hundió de nuevo. Nunca, nunca, sería capaz de hacerlo."




Sólo es el principio, el resto, pulsando aquí, pero actualizar un par de veces la página hasta que veáis el minicuadro de descarga, la primera vez siempre da error. Ya sabéis, despellejad a discreción.

31 marzo 2007

Desde la ventana 01

"Son las nueve menos veinte y el humo me anega la garganta. Estoy haciendo una pausa mientras devoro un libro que hacía tiempo que esperaba leer. Llevo desde las cinco de la tarde y han caído más de trescientas páginas. Mientras chupo del filtro, cuya base blanca se tiñe de un marrón sucio muy poco saludable, me apoyo en el alféizar de la ventana, de piedra oscura con vetas blancas, cuajado de manchas. El tubo del gas está sucio, cubierto por una película amarillenta de la ceniza que se me cae de vez en cuando. Hace frío (el panel luminoso de la farmacia de al lado marca diez grados centígrados) y el cielo está gris claro. Recorro el familiar paisaje de la calle, observo a la gente que camina y a los coches que circulan esquivando a los estacionados en doble fila, recurriendo con demasiada frecuencia al violento sonido del claxon. Puedo ver quizá a cien, ciento veinte personas. Más de las que nunca llegaré a conocer realmente. Es un pensamiento que a veces me entristece, el mundo es demasiado grande.
Veo pasar una furgoneta de MRW (sobre el techo blanco hay una cifra estampada en azul, “0743”) y me pregunto qué clase de cosas llevará dentro. Una anciana con el pelo muy blanco tira de su carrito de la compra con fuerza mientras las ruedas chocan con las baldosas estriadas de la acera. Por un momento pienso en cómo habrá sido su vida, cuál será su nombre, si le gustará el café con leche y galletas que tomaba mi abuelo todas las mañanas. Otro jirón de ceniza cae en espiral hacia el asfalto lleno de manchas mientras una niña con coletas atraviesa un paso de cebra dando saltos, con su apurada madre unos pasos por detrás, empujando un carricoche. Fumo hasta que la línea anaranjada roza la marca que hay sobre el filtro, ya con un sabor demasiado amargo en la boca. Dirijo una última mirada a la calle, cierro la ventana palpando la pintura desconchada. Apago el cigarillo con un chorro de agua y lo tiro a basura. Camino hasta el sofá y abro el libro. Tras la primera palabra, ya no me preocupan las historias de toda esa gente que camina y conduce a través de mi calle."

Vosotros diréis.

20 marzo 2007

Retazos 06

Fresca, no la terminé ni hace diez minutos. Y con visos de convertirse en un cortometraje.

"Los cigarrillos se agotaban muy despacio, el humo formaba una ancha espiral sobre la cama, viciando el aire cálido. Sus cuerpos, bajo el edredón, estaban enredados, sudorosos, pegados el uno al otro. Respiraban con suavidad, ahogándose en cada calada y sin decirse nada.
- ¿Crees que existe el sexo sin amor? Follar por follar, vaya- preguntó ella, dejando la colilla arrugada en el cenicero de cristal.
- Sí. ¿Cómo llamas a esto, si no?- rió él, dejando que le pellizcase.
- Hablo en serio- una pequeña pausa en la música, muy baja, le dio dramatismo a sus palabras. Él carraspeó.
- Bueno…no sé. Supongo que sí.
- ¿Supones?
- Sí. Pero, ¿a qué viene esto? Yo prefería seguir con el pitillo y en silencio- sonrió.
- Ya, vale, pero es que me dijo Ana esta tarde…
- ¿Piensas en Ana después de que hagamos el amor? Creo que voy a preocuparme- se arriesgó a un nuevo pellizco.
- Joder, que estoy en serio. Es que su novio la dejó porque se había acostado con un tío hace un par de semanas, a lo tonto- ella le miró, mientras él fumaba y lo pensaba un momento.
- No creo que sea tan grave. Es decir, ¿qué es el sexo? Para mí, tiene dos enfoques. Puedes follar simplemente por follar; es placer físico, lo disfrutas y nada más, una hora o dos…
- Exageras un poco, ¿no?
- Es mi promedio, ¿vale?- sonrió-. Pero lo importante es que puedes tener sexo sin compromiso, sólo por el simple placer de tenerlo, de compartir un momento agradable con alguien, casi al azar.
Ella intentó hablar, pero él la acalló con un gesto y dejó caer la ceniza sobre la colilla anterior.
- Ibas a decir que es una postura muy machista, ¿a que sí?- ella asintió-. Para empezar, me parece un comentario fácil y estúpido. Joder, hoy en día una mujer es libre de acostarse con un tío y a la mañana siguiente no dejarle ni el olor en las sábanas, ¿vale? Y lo mismo un hombre. Al que diga lo contrario que le jodan- dio un par de caladas, largas-. Entonces, tenemos el segundo punto de vista. A mí no me parece lo mismo acostarte una noche con un desconocido que hacer el amor con tu novia, o tu novio. Para mí es un nivel de compromiso distinto, aunque básicamente es exactamente lo mismo. Quiero decir, si ligo con una tía en un bar y subo a casa con ella, no voy a fumar abrazado a ella cuando terminemos, ¿sabes lo que te digo? El sexo con alguien a quien amas, si quieres decirlo así, implica algo más que placer físico; cariño, o algo por el estilo- respiró profundamente, fumó otra vez-. Creo que me estoy liando. ¿A qué venía todo esto?
Ella acababa de quedarse dormida sobre su hombro."

Ya sabéis lo que toca.

16 marzo 2007

Poética - 02

CI (El viejo)

Yago viejo, tan viejo, sobre el lecho de largos años,
De muchos rostros y pocas voces, de recuerdos que
Se ahogan en la oscuridad y desaparecen en silencio.
Vivo en este cuerpo anciano con la piel dura y seca,
Cubierto de arrugas, de marcas y cicatrices, con el
Pelo gris y la barba hirsuta; débil, frágil, quebradizo.
Y cada día escucho el susurro de la muerte tras de
Mí, el cansado fluir de la sangre espesa en las venas de
Madera. Oigo gemir mi corazón agotado, aún orgulloso;
Orgulloso de las manos encallecidas y los ojos tachonados de
Amaneceres que esperan, que anhelan un dulce ocaso
En rojo sangre."





Mis disculpas por esta larga pausa entre esta entrada y la anterior; no conseguí actualizar la versión de Blogger hasta hace unos minutos. El anciano es Victor Hugo.



Como siempre, abierto a críticas.

06 febrero 2007

Retazos 05

"Hacía frío en la estación de autobuses. Víctor ahogó el cigarrillo contra el suelo de cemento con la punta de la bota y siguió marcando el compás de la música. Expulsó el humo lentamente mientras se frotaba las manos.
- C’mon, c’mon, c’mon and play me hard!- cantaba en voz baja. Una voz aséptica anunció una salida hacia Madrid en quince minutos, aunque se escuchaba muy bajo por encima de Crucified Barbara.
Miró por encima del hombro, bostezando. Había una docena de personas detrás suyo, esperando en una cola serpenteante, y otras tantas por delante. Bufó; todo indicaba que le iba a tocar compartir asiento con alguien que le miraría mal por llevar la música demasiado alta o intentaría contarle su vida y milagros en veinte minutos de trayecto. Encendió otro cigarro, soltando el humo por la nariz congelada. Gruñó un taco cuando vio un fluorescente que marcaba cuatro grados.
La chica que estaba delante suyo le miró de reojo, casi disimulando. Apenas pudo apreciar su perfil durante un segundo, ella enseguida siguió mirando hacia delante, con abundante cabello liso y negro cayendo hasta la mitad de la espalda. Se frotó los brazos por encima del anorak rojo oscuro. Víctor desvió casi sin querer la mirada hacia su culo (proporcionado, firme) y sus piernas (demasiado delgadas). Meneó la cabeza con una sonrisa y miró de nuevo el reloj de la estación, impaciente.

Al cabo de diez minutos observó decepcionado cómo medio centenar de personas (las contó, sólo por entretenerse) bajaba del autobús, conductor incluido. No tenía ganas de que los dedos se le pusiesen azules, pero todavía debían de quedar otros diez minutos de espera. Maldijo y cambió el peso de pierna. La chica que estaba delante suyo sacó las manos de los bolsillos y miró el reloj de su muñeca. Acto seguido echó a andar hacia la derecha y se perdió entre la multitud que confluía en la entrada al edificio bajo que había frente a los andenes.
Víctor bostezó otra vez y se arrepintió de no haber dormido una buena siesta por culpa de Ana. Pensó en lo poco que había servido tomar café con ella, al menos a nivel orgánico. Desvió la vista al suelo mientras se estiraba. Habría un par de metros de hormigón entre sus pies y los del siguiente anónimo que esperaba el autobús; la chica de las piernas delgadas aún no había vuelto. Víctor la buscó inútilmente con la mirada durante un momento y encendió, indiferente, otro cigarrillo. Una guitarra se desgarraba en acordes a través de los auriculares.
Mientras daba una calada, un anorak azul oscuro apareció entre la gente. La chica de las piernas delgadas se acercó a grandes pasos, con el pelo contoneándose al ritmo de sus caderas enfundadas en vaqueros oscuros.
- ¡Gracias!- cuando volvía a su sitio en la cola, delante de Víctor. A él la sonrisa le pilló casi por sorpresa, al igual que aquella voz aguda. Alzó la vista un segundo e inclinó la cabeza mientras murmuraba algo parecido a “No importa”. Ella le miró, todavía sonriendo, durante un segundo y se giró.
Tenía unos enormes ojos azul claro y una sonrisa de labios pequeños y rosados que se desvaneció tan rápido como había llegado. "

Ahora ejerced de Risto Mejide, nenes.

03 enero 2007

Retazos 04

"Andrea aferraba a su espalda con fuerza, intentando reprimir sus gemidos, mientras él abrazaba su cintura y enterraba la cabeza entre sus pechos. Se unieron durante la placentera eternidad de un segundo, y al cabo se apartaron lentamente el uno del otro. Quedaron tendidos, desnudos, sobre la cama, con el edredón enredado a los pies, sin decirse nada.
Víctor le tendió un cigarrillo a Andrea tras encenderlo con el suyo, y dejó que el frío de diciembre se colase por la ventana abierta. Víctor se giró, mirando fijamente el cuerpo de Andrea. Ella esbozó una sonrisa y le dio la espalda, dejó que se acercase y se tendiese a su lado, abrazándola.
- ¿Tienes frío?
- No- respondió Andrea, acurrucándose. Cerró los ojos, consciente de que Víctor la miraba con aquella cara de estúpido que ponía siempre. Él se limitó a acariciarle el pelo, desenredando con suavidad los mechones rojo oscuro que salpicaban la melena negra como ala de cuervo.
Se quedaron dormidos mientras los dos cigarrillos a medias se consumían en el cenicero.

Aún no había llegado el amanecer cuando Andrea abrió los ojos y comprobó que el brazo de Víctor estaba aún sobre su cintura. Sus labios alargados se torcieron en una sonrisa mientras pasaba la mano por su barba de varios días, deleitándose en su aspereza. Los ojos grises de Víctor se abrieron muy despacio, enrojecidos y turbios. Se sentó en el borde de la cama, desparramándose la melena castaña por la espalda.
Encendió otro cigarro con avidez, dando largas caladas, y al terminarlo se fue hacia la ducha sin dejar de admirar el cuerpo desnudo de Andrea. Ella misma se coló en la mampara de cristal con una sonrisa, besando a Víctor con presteza, abrazándose a él mientras el agua caliente caía sobre ambos.

Víctor salió del cuarto de baño con una pequeña toalla enrollada en torno a su cintura, con el pelo mojado sobre los hombros y vapor casi emanando de su piel. Empezó a secarse el pelo, apoyado en la pared, mientras Andrea buscaba su ropa interior por el suelo, dándole una hermosa perspectiva a Víctor del tatuaje que corría por la parte derecha de su espalda. Espero a que terminase de ajustar el cinturón de los vaqueros y se arreglase la camiseta.
- ¿Te vas?- le preguntó, casi nervioso.
- Sí.
- Creí que ibas a quedarte. Unos días- ella no respondió, le miró de reojo, suspiró exasperada y se dio media vuelta. Aún no había encontrado el sujetador.
- Mira…creo que es mejor que nos veamos siempre así- Víctor se encogió de hombros-. Sabes, yo no funciono en las relaciones estables. Prefiero…prefiero esto. Verte de vez en cuando, cenar y ver una película contigo, que hagamos el amor y nos duchemos juntos. Pero nada más- Víctor tardó varios segundos en contestar, concentrado en la mirada de los ojos verdes de Andrea, tan súbitamente serios, y el ligero temblor de su labio inferior. Sin embargo no esperó, y se dio media vuelta para seguir buscando su ropa.
Víctor tomó aire, y se acercó lentamente a ella, meditando lo que iba a hacer con cada paso, a punto de batirse en retirada. Sintió el escalofrío de Andrea cuando la tomó suavemente por las caderas, cerrando sus brazos alrededor de sus caderas con delicadeza.
- Dime que no me quieres. Que no quieres que te quieran. Dime que no quieres que me duerma a tu lado cada noche después de quedarnos agotados, que no pasemos horas abrazados bajo la ducha. Dime que no quieres que te despierte cada mañana con un beso. Si es cierto, dímelo- susurró junto a su oreja, lentamente y con voz profunda.
Andrea tembló un momento, y contuvo un sollozo mordiéndose los labios, mientras Víctor le acariciaba el cuello con los suyos.
Entonces ella se dio la vuelta con una lágrima despeñándose por sus mejillas dulces, y dejó que los labios de Víctor encerrasen los suyos durante apenas un segundo eterno. Acarició el rostro que pretendía bebérsela con la mirada, y salió descalza por la puerta con las zapatillas en una mano y su cazadora en la otra, enterrando aquella noche con cada paso."

Otro desvarío más. Me han dicho que el personaje femenino es invisible y que le falta personalidad. Pero a mi me gusta. Ahora la palabra la tenéis vosotros.