31 marzo 2007

Desde la ventana 01

"Son las nueve menos veinte y el humo me anega la garganta. Estoy haciendo una pausa mientras devoro un libro que hacía tiempo que esperaba leer. Llevo desde las cinco de la tarde y han caído más de trescientas páginas. Mientras chupo del filtro, cuya base blanca se tiñe de un marrón sucio muy poco saludable, me apoyo en el alféizar de la ventana, de piedra oscura con vetas blancas, cuajado de manchas. El tubo del gas está sucio, cubierto por una película amarillenta de la ceniza que se me cae de vez en cuando. Hace frío (el panel luminoso de la farmacia de al lado marca diez grados centígrados) y el cielo está gris claro. Recorro el familiar paisaje de la calle, observo a la gente que camina y a los coches que circulan esquivando a los estacionados en doble fila, recurriendo con demasiada frecuencia al violento sonido del claxon. Puedo ver quizá a cien, ciento veinte personas. Más de las que nunca llegaré a conocer realmente. Es un pensamiento que a veces me entristece, el mundo es demasiado grande.
Veo pasar una furgoneta de MRW (sobre el techo blanco hay una cifra estampada en azul, “0743”) y me pregunto qué clase de cosas llevará dentro. Una anciana con el pelo muy blanco tira de su carrito de la compra con fuerza mientras las ruedas chocan con las baldosas estriadas de la acera. Por un momento pienso en cómo habrá sido su vida, cuál será su nombre, si le gustará el café con leche y galletas que tomaba mi abuelo todas las mañanas. Otro jirón de ceniza cae en espiral hacia el asfalto lleno de manchas mientras una niña con coletas atraviesa un paso de cebra dando saltos, con su apurada madre unos pasos por detrás, empujando un carricoche. Fumo hasta que la línea anaranjada roza la marca que hay sobre el filtro, ya con un sabor demasiado amargo en la boca. Dirijo una última mirada a la calle, cierro la ventana palpando la pintura desconchada. Apago el cigarillo con un chorro de agua y lo tiro a basura. Camino hasta el sofá y abro el libro. Tras la primera palabra, ya no me preocupan las historias de toda esa gente que camina y conduce a través de mi calle."

Vosotros diréis.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, Pelayo.

Mi nombre es Florencia (Flor para los amigos). Nos conocimos de forma indirecta en la página de Victoria Francés regentada por Verónica. He de agradecer enormemente que en aquel lugar tuviera la oportunidad de conocer a personas de mi gremio, como Alfredo.

El caso es que tenía ganas de conocerte. Tus retazos... tienen una fuerza especial, humanizada, y no dejan de llamarme la atención.

Humanización... humanismo... Dante Alighieri, mi maestro y amante a la vez. El pseudónimo que llevas es una seña de identidad perfecta, me enorgullece enormemente que rescates a este escritor del más hondo abismo de la literatura.

Bueno, amigo Dante, espero contactar contigo. Por lo que veo estás estudiando Humanidades, como yo. En fin, a mí me queda aún un año por finalizar, pero no tengo prisa. Prefiero seguir disfrutando de la riqueza cultural que me aporta este módulo.

Semper tua,

Dementia.

Alfredo M. Pacheco dijo...

Pues sí, a veces yo también miro por la ventana y me pregunto cómo será la vida de toda esa gente... y en seguida me olvido de ellos.

Una de esas escenas cotidianas a las que ya nos tienes acostumbrados a tus lectores más fieles.

Saludos

Unknown dijo...

Es tan extraño! me mandas tu retazos y ahora me pongo a leerlos aqui, tal vez son mas tentadores o no?

Cada uno que leo me hace confirmar que eres un escritor como la copa de un pino... sigue asi. ;P

Besetes

Vampyrus Virux dijo...

Realmente me ha gustado mucho tu texto, es precioso, y por tu título he podido comprobar que también te debe gustar Alan Poe, o quizás solo te gusta la frase en sí xD Bueno, que me ha gustado mucho =]