23 noviembre 2006

Beso de sangre

Una cosa que escribí hace unas semanas para un concurso. El límite era una página, así que como no tenía espacio para una "historia" auténtica, me puse descriptivo.

"La luna se escondió, tímida, tras un grueso nubarrón gris que empañaba la oscuridad tachonada de diamantes que cubría aquella noche el castillo. Un relámpago quebró el horizonte, azul y brillante, y su trueno hizo estremecer las antiguas piedras grises del gran torreón.
A sus pies, el caballero esperaba anhelante, empapado de lluvia. Una luz titilaba en la más alta ventana del torreón, en las estancias de su dama. El caballero esperaba, paciente e inmóvil, a que la luz se apagase, y su dama saliese a su encuentro.
La luz se extinguió con un suspiro, y una gota descendió de la barbilla del caballero. Antes de que golpease contra el suelo embarrado, unos pasos tímidos y ligeros descendieron las escaleras a la velocidad de un pensamiento, y la esbelta silueta de la dama se recortó contra el umbral que conducía a la torre.

El corazón del caballero se sintió atravesado por su mirada helada, por dos puñales azul profundo y delicado, como pozos de estrellas. Los labios voluptuosos de su dama se curvaron en una sonrisa y, casi como si ese gesto lo llamase, el caballero se acercó con pasos inseguros.
Su dama le enlazó el talle con brazos largos y delgados, y alzó una mano pálida, surcada de venas azuladas, para acariciarle la mejilla mal afeitada. Un escalofrío recorrió la espalda de él como un cuchillo. Las mismas agujas que los ojos de su dama le clavaba en el corazón parecieron reptar por su costado, mientras la mano descendía.
Aguantó la mirada unos momentos, pero cerró los ojos, abrumado por la profunda belleza que se insinuaba bajo aquellos ojos fríos y terribles, que parecían escrutarle hasta el rincón más profundo de su alma. Ciego, esperó un beso largamente anhelado.
Su corazón quiso saltar del pecho cuando notó la gélida presencia de su dama más y más cerca; casi pudo notar el susurro de sus labios al sonreír.

Como si quisiese detener el tiempo en aquel instante, el cielo cesó su llanto mientras los labios de la dama se posaban, ligeros, sobre los del caballero. Él sintió un nuevo escalofrío ante aquel contacto helado. Su alma se encogió por momentos, cautivada por la amorosa presión que le ceñía, dulce y tan efímera como su dama desease.
Ella sonrió de nuevo, desde su interior, y el caballero casi pudo sentirlo a través del íntimo y frío contacto que compartían. Sus brazos colgaban, igual que todo su cuerpo, embelesados. Parecía que sólo el férreo abrazo de su dama lo mantenía en pie.

De súbito, el beso se tornó amargo. El tenue placer que insinuaban los labios de su dama se tornó lenta y firmemente en dolor, fluía desde los labios hasta el corazón y le hacía sentir muy débil. No logró resistirse, apartarse del violento beso de su dama.
Abrió los ojos apenas, con los párpados de plomo, y se encontró con un brillo desconocido en aquella mirada de hielo, casi sonriente. Antes de perderse en un océano de inconsciencia, notó el cálido fluir de la sangre manando de sus labios, perdiéndose en su cuello y su pecho. Su dama lo apartó con brusquedad, con el rostro carmesí y los ojos azules.
El caballero chocó muerto contra el barro, salpicando en todas direcciones, y aún así sin mancillar el inmaculado vestido blanco de su dama. La sangre que manaba de sus labios rotos, desgarrados por crueles colmillos, se perdía entre la lluvia y el barro."

Juzguen.

20 noviembre 2006

Palabras

“No quiero el verbo raro
ni la palabra extraña.
quiero que todas,
todas mis palabras
-fáciles siempre
a los que aman-,
vayan ungidas
con mi alma”

León Felipe