10 enero 2008

El pozo del alemán

Pequeño relato, a medias inspirado en una historia real, a medias una especie de cutremitología asturiana.
Aviso, mi pequeña incursión idiomática no admite críticas, escribí según me suena, y probablemente exagerando.

"Conforme avanzaban el camino se volvía más agreste; recorrían rutas de pastores hacia zonas de pasto para ganado, sobre guijarros y regatos. Después de rodear una ladera escarpada llegaron a una pequeña vega a la sombra de una pared de roca.

La cabaña estaba medio oculta tras un repecho rocoso. Era de la misma peña gris que abundaba en las montañas, pequeña, con el tejado inclinado de sucia teja roja sobre las que reposaban piedras de diversos tamaños. La puerta era de madera negra en dos partes, con un ventanuco de vidrio y remaches de hierro. Cuando Xune se sentó en el banco de piedra que había en la fachada tenía la cara congestionada y sudorosa. La mano izquierda le temblaba."

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La imagen, el pozo (seco) de la historia.



05 enero 2008

Desde la ventana 03

"Según la valla luminosa de la farmacia de al lado son las cuatro y poco de la mañana, diecisiete (menos tres, que la valla está estropeada) grados. El aire es muy seco y húmedo, agobia. La luz de las farolas es la de siempre, como los edificios, los coches y el cielo de color gris sucio. Lleno y vacío los pulmones de humo mientras suena “Time tonight” en el mp3. A estas horas y habiendo fumado voy un poco más despacio, los pensamientos son muchos y muy rápidos, pero a la vez las sensaciones son más sutiles. En el edificio de enfrente (portal veintinueve, segundo piso), a través de la ventana del, creo, salón, veo a dos personas sentadas en el sofá, jugando a la PlayStation. Los miro unos segundos, uno de los dos es una chica. La ventana casi siempre tiene la persiana bajada, me fijo un poco más. Y me doy cuenta de que yo casi nunca bajo las persianas en el salón, y suelo dejar abierta la ventana. Se me viene a la cabeza “La ventana indiscreta”, pero en seguida termino el cigarillo y me concentro en la música. Cuando se acercan los últimos cuarenta segundos empiezo a reírme. No es tan escandaloso como una carcajada; es sólo algo más que una sonrisa.
Una hora más tarde todo está igual que como lo dejé antes de irme a bucear en YouTube; la misma temperatura, la misma luz, incluso la misma pareja aporreando los mandos de la videoconsola. Enciendo otro cigarro y empiezo a escuchar “Castles made of sand”. Sólo se me ocurre pensar que en realidad no entiendo lo que es la música, es un lenguaje que me resulta totalmente ajeno, me desconcierta. Aun así es maravillosa.
Los pensamientos se esfuman en cuanto cierro la ventana, cuando me concentro en no tropezar a oscuras."