05 octubre 2006

1918-2006

El miércoles a las cinco y media de la tarde mi abuelo murió en una cama del hospital San Agustín de Avilés.
Nada raro en un hospital, supongo, el hecho de que muera alguien. La verdad es que duele, pero no tanto como creía. Al fin y al cabo, tenía ochenta y ocho años.

Después del velatorio y el funeral, lo que más me jode es pensar que murió sufriendo. Después de tres paradas cardiacas el sábado, no soportó una más el miércoles. Domingo y lunes los pasó practicamente inconsciente, enchufado al suero y meando por un tubo. Pero el martes empezó a recuperar la consciencia, reconocía a la gente, etcétera. Tenía paralizado el lado derecho del cuerpo completamente, y también parte del izquierdo. Le daban calmantes para el dolor, pero por mucho que se lo pedimos no quisieron ponerle un sedante para que dejase de sufrir.
Porque al mirarlo, intentando incorporarse sin ser capaz, con los ojos velados y la voz ronca no se me ocurría otra cosa que no fuese que mi abuelo estaba sufriendo en las últimas horas de su vida.
Así que los médicos se dedicaron a darnos largas y a decir "Sí, ya lo hemos dormido" mientras mi abuelo se retorcía en la cama.

Pero en fin, polvo al polvo.

Otra cosa que me ha enfadado mucho ha sido el velatorio. Nunca en mi vida había visto tamaña muestra de hipocresía (bueno, igual sí, pero esta me toca más de cerca); veinte personas mirando un ataúd, con sonrisitas y palabras vacías (¿cuándo se dará cuenta la gente de que la frase "No somos nada" es jodidamente estúpida?), proclamando lo a los cuatro vientos lo mucho que le querían y lo que le echan de menos.

Por favor...en dos años que llevaba mi abuelo viviendo con nosotros apenas cinco personas (nosotros aparte, quiero decir) se preocupaban por él, así que no me jodan, señores, no me jodan.

La misa, y demás, fue bastante bonita. El cura de Latores conoce a mi familia materna desde que mi abuelo era joven, y la verdad es que nos dedicó unas palabras muy bonitas. No simpatizo en absoluto con la religión ni la liturgia católica, pero me encanta el ominoso misterio de las iglesias.

De todas formas, creo que lo que se me hizo más jodido fue llevar el ataúd, como una especie de representación física del peso del dolor.

Pese a todo, y por muy mal que pueda sonar, me "alegro" de que mi abuelo haya muerto. A los ochenta y ocho años puedo decir que no le quedaba casi nada por hacer, aparte de esperar sentado a la muerte. Llevaba seis meses muy echo polvo, y supongo que el primer ataque al corazón le llegó el sábado como podría haberle llegado dentro de dos meses. Sinceramente creo que no importa tanto que haya muerto ahora, si el resto de días que le quedaban iban a reducirse a convertirse poco a poco en nada. Pero supongo que eso es la vejez, ir menguando poco a poco, hasta que ya no queda nada de ti.

Aunque aún puedo ver a mi abuelo lleno de tubos, pálido y demacrado, en una puta cama de hospital, creo que me voy a quedar con el recuerdo de cómo sonreía al comer tarta de chocolate.

Requiescat in pacem (me encanta el latín...).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Mientras a cada labio, por cogello,
Siguen más ojos que al clavel temprano,
Y mientras triunfa con desdén lozano
Del luciente cristal tu gentil cuello,

Goza cuello, cabello, labio y frente,
Antes que lo que fue en tu edad dorada
Oro, lilio, clavel, cristal luciente,

No sólo en plata o vïola troncada
Se vuelva, más tú y ello juntamente
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

-Góngora-


No tengo más que decir, solo un beso :*